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El Italiano limpia vidrios que no me dejó retratarlo

Historias de un viajero:

Llegué a Ancona, Italia a eso de las 7 de la mañana del 30 de diciembre de 2015. Faltaba menos de 48 horas para que terminara el año. Había salido la noche anterior de Split, Croacia en un ferry, la idea era encontrar un barco en Ancona que me llevará ese mismo día a Grecia donde quería recibir la llegada del 2016.

Nunca había escuchado hablar de Ancona, Italia, ni sabía que existía, pero un amigo en Croacia me dijo que si quería llegar por mar a Grecia la única alternativa era viajar a Ancona un importante puerto italiano que tiene salidas de ferries y cruceros a varios países europeos con costas en el mar Mediterráneo. Y así lo hice.

La tarde del 29 de diciembre zarpé en un ferry desde Split, Croacia rumbo a Ancona. El viaje me tomó unas 12 horas. Una vez en ese puerto italiano había que buscar otro barco que me llevará a Grecia.

Cuando arribé a Ancona a eso de la 7 de la mañana, de inmediato fui a buscar la salida de otro barco, el próximo con destino a Grecia era el Olympia, un crucero griego que tomaría cerca de 30 horas en llegar y partía a la una de la tarde. Compré el boleto sin cuestionar mucho, era la única oportunidad y no la iba a desaprovechar. Aún era temprano, tenia por lo menos 5 horas para pasear por las calles de Ancona antes de subirme al Olympia y emprender mi camino a Grecia.

Así es que me fui a pasear, jamás imaginé lo divertido que sería mi corta estadía en ese puerto italiano. Viví un poco de todo en 5 horas, pero la historia del italiano limpia vidrios fue sin duda la más divertida.

Caminé por las estrechas callejuelas de esta antigua costeña ciudad italiana que se besa con el Mediterráneo. Me introduje por pequeños pasadizos que invitaban a perderse de la mano de alguien que huye de cualquier mirada, tal cual par de adolescentes que van buscando un escondite perfecto donde sus padres jamas podrían detectar las travesuras hormonales propias de su edad.

Era una mañana muy fría. Un reloj digital con enormes letras de color rojo en una de las calles mostraba la hora y la temperatura ambiente al momento que iba pasando por ahí, 08:05 minutos indicaba el marcador del tiempo, luego mostró las condiciones climáticas, eran de menos 6 grados. En eso entendí porque mis manos sin guantes se iban congelando, las llevaba expuestas al aire por ir tomando fotografías.

La ciudad se empezaba a despertar. Algunos comerciantes abrían las puertas de sus negocios, limpiaban ventanas o sacaban algunos productos a la acera. "Ciao Nicoletta”, fue uno de los nombres que se me quedó grabado cuando un señor ya avanzado de edad, saludaba a una dama de edad contemporánea a la de él que pasaba frente al negocio que recién estaba abriendo. "Buon Giorno Franchesco" le contestó la mujer alta y vestida de manera elegante muy bien arropada y quien al parecer iba de prisa.

Algunos me miraban detenidamente al notar que iba tomando fotos a esa hora de la mañana y con ese frío. Pensé que estarían acostumbrado a ver turistas ya que es un puerto a donde llegan diariamente cruceros de Croacia, Grecia y otras partes de Italia, pero al parecer no, o cuando menos no estaban acostumbrados a verlos tomando fotos con ese frío al despuntar el día.

Uno de ellos se me quedo mirando detenidamente por buen rato, no me quitaba la mirada mientras yo estaba parado en una esquina tratando de retratar la mañana.

La verdad que intentaba fotografiarlo a él que limpiaba los vidrios de una ventana. Tenia puestos unos guantes de plástico color azul, de esos que se usan cotidianamente para hacer limpieza en casa, y lo que parecía un limpia vidrios en la mano, a su lado había una escalera de tamaño pequeño que le llegaba a la altura de las rodillas, como las que se acostumbra tener en casa para alcanzar algo de la alacena. No parecía el típico chico limpia vidrios, cuando menos no a los que estoy acostumbrado a ver en México, pensé que sería quizás el dueño o algún vendedor o el mismo cajero, pero no necesariamente un limpia vidrios como lo tenia dibujado en mi mente.

Él continuó ahí con la mirada pegada a mi como para evitar que tomará una foto, quizás lo puede haber hecho pero por su aspecto era obvio que le molestaba, y de vez en cuando me gusta ser respetuoso con la gente que no quiere que le tome fotos aunque estén en plena vía pública. El caso es que me ahuyento con su penetrante mirada y cara de "largate de aquí maldito extranjero".

Disimuladamente giré mi cuerpo hacia otra parte y apunte con la cámara a unos arboles, no había nada interesante que retratar en los arboles pero yo estaba comprando tiempo para que el hombre que me parecía de unos 40 y tantos años de edad, regresará a lo suyo y yo poder tomarle la foto, pero él fue más necio que yo. A de haber imaginado mis intenciones y nunca quitó su mirada y cara de "encabronado" que tenia de encima de mi.

Me ganó momentáneamente, pero habría revancha. No soy de los que se dan por vencidos fácilmente.

Hice que tomé las fotos del árbol que quería tomar y me fui caminado por la acera. Cada vez más gente empezaba a transitar. Mujeres y hombres muy bien arropados caminaban de prisa por esa acera cubierta de unos arcos de estructuras muy antiguas que me hacían sentir que paseaba por el corazón de Puebla de los Angeles en México, esa hermosa ciudad colonial mexicana que se distingue por sus espectaculares arcos en el centro histórico. Pero esto era Ancona, Italia al otro lado del mundo.

Doble al lado derecho de una esquina para que me perdiera de vista, él me seguía viendo detalladamente. Sentí su penetrante mirada aún cuando caminaba de espaldas a él. Era fulminante. Sentía como si su mirar desprendiera una ráfaga de viento que me empujaba alejándome de su presencia. Quizás no era el limpia vidrios y temía que al tomarle la foto la subiera a FaceBook o alguna otra red social y medio mundo se diera cuenta que en su trabajo también limpia vidrios. Me imaginé de todo pero no entendía que le molestó tanto a ese italiano cuarentón que no descansó hasta ahuyentarme de ahí, o cuando menos eso le hice creer, pero la historia estaba lejos de llegar a su fin.

EL OLYMPIA

Escribo esta historia veinticuatro horas después de haberla vivido... Es más o menos la misma hora pero del día siguiente. Ahora vengo montado en el Olympia, un barco crucero griego que me lleva a Patras, Grecia donde esta tarde tomaré un tren para llegar a Atenas, una de las ciudades más antiguas del mundo, donde pienso pasar el fin de año. Mi sueño es ver el histórico Acropolis de Grecia iluminado por juegos pirotécnicos mientas se despide un año y se le da la bienvenida a otro y estoy a horas de lograr ese sueño.

Voy sentado aquí en una amplia y elegante sala del crucero. El día esta despuntando justo al igual que ayer que caminaba por las calles de Ancona. Las costas del Mediterráneo son más visibles cada vez por la claridad del día y de la niebla que se va despejando. A la distancia puedo apreciar la luz de algunos poblados. No se porque país vamos pasando pero aún faltan como ocho horas para llegar a nuestro destino.

Anoche me dormí muy temprano, como a las 9:30, apenas 9 horas después de haber abordado el crucero en Ancona. Una vez arriba y después de haber dejado mi maleta en la cabina o cuarto que me asignaron, salí a conocer esta gigante nave del mar. Quise recorrer el barco de punta a punta. Como periodista veo demasiadas noticias y los accidentes en cruceros como este han estado en la portada de medios internacionales en años recientes. Aqui en el mismo Mediterráneo, el Concordia, un crucero italiano causó la muerte de varios turistas en 2010.

Así que preferí explorar todo el barco y por lo menos saber donde están las salidas de emergencia, los botes salvavidas, en que piso estaba y a donde podría correr de ser necesario. Dicen por ahí que hombre prevenido vale por dos, y a mi lo que me ha salvado en algunos de mis viajes es la prevención y el sentido común. Y el Olympia no iba a ser la excepción.

Durante el recorrido por el barco descubrí que tenia un gimnasio muy lindo, amplio y elegante con sauna, cuarto de vapor y hasta jacuzzi. Después de poco más de un mes de estar viajando por el mundo sin asistir a un buen gimnasio como lo hago cotidianamente en Nueva York, dije ahora es cuando.

Por un precio de 15 Euros, unos 17,5o de dólar americano, hice ejercicio por lo menos dos horas, disfruté de todos los lujos que el llamado "gym" del Olympia ofrecía y después de una buena cena caí rendido en los brazos de Morfeo cuando apenas eran las 9:30 de la noche. Demasiado temprano para un hombre nocturno como yo que siempre disfruta escribir o trabajar de noche. Pero esta vez el cuerpo lo pidió, creo que fue mucho el ejercicio o mucha la relajación, y no opuse resistencia, al cuerpo lo que mande, me dije a mi mismo y me fui a dormir. Por eso me levante muy temprano y aquí voy a esta hora en el último día del 2015 relatando los detalles de mi divertido recorrido por las calles de Ancona y del italiano mal humorado que limpiaba ventanas un día antes por la mañana.

EL ITALIANO LIMPIA VIDRIOS

Di vuelta a la esquina para perder al limpiador de ventanas de vista y quitarme su penetrante mirada de encima pero me quedé ahí apenas al voltear. Se había convertido en un pleito entre dos tercos y no me iba a ganar. Esperé algo así como un minuto y medio. Preparé la cámara tal cual cazador corta gatillo para disparar a su presa. Medí apertura y velocidad de mi mejor compañera de viajes. Nos conocemos a la perfección por eso me es fácil tomar una fotografía en circunstancias como esta.

El enfoque lo puse automático y la distancia la medí a ojo de buen cubero, o sea al tanteo. Parecía gatillero del viejo Oeste escondido en una esquina y listo para asomarme en fracción de segundo y tomar la foto que quería, o mejor dicho solo tomarle una foto para salirme con la mía. En realidad la foto no la necesitaba. Cuando recién lo vi me llamó la atención retratarlo limpiando la ventana a esa hora de la mañana con sus guantecillos azules de plástico como si tuviera miedo de mojarse las manos, pero como me descubrió antes de tomarle la foto y se puso al tu por tu en actitud conmigo y en ese terreno es difícil que alguien me gane, por eso me quería salir con la mía.

Salí del escondite literalmente de un brinco hacia la esquina con el dedo sobre el botón de la camara y apuntando justo a donde sabia que él estaría limpiando la ventana. La foto ya la tenia medida en la mente. Lo imaginé metido en su mundo de limpieza arriba de su escalera enana con sus guantes azules y él con el limpia vidrios en la mano sacándole brillo al cristal de arriba hacia abajo.

Pero no, ahí estaba como estatua fija mirando hacía la esquina donde yo me había perdido. Debió adivinar mis intenciones o era brujo, pero ahí estaba tal como lo vi la ultima vez, hacia un poco más de minuto y medio, con su cara larga y sombría, como un muerto congelado viendo hacía mi. Su mirada me seguía retando, sentí como un viento que soplaban sus ojos golpeando en toda mi humanidad como queriendo desaparecerme, pero mi dedo fue más veloz. La foto ya la había soñado en ese minuto y medio escondido en la esquina.

Estaba obsesionado con retratar al italiano limpia vidrios. Era como una lucha encarnizada entre un italiano y un mexicano que peleaban a muerte en el Coliseo Romano. Y no es exageración, así lo sentí. Eramos como hombre y bestia. Solo habría un sobreviviente y yo quería pasar el fin de año en Atenas no en el cielo. Ya había pagado por el boleto del Olympia y no estaba dispuesto a perderlo.

Fue una fracción de segundos. Mi ojo y mi dedo veloz se conjuraron en un mismo movimiento en complicidad con el lente de la camara, y el enfoque les ayudo para tomar la foto perfecta. Creo que el limpia ventanas no tuvo tiempo de respirar. No se si se lo esperaba pero al parecer se quedo helado, cuando menos así se ve en la foto. Ahí quedo plasmado para siempre y así lo recordaré.

De inmediato me fui, temí que me fuera a seguir con si limpia vidrios en la mano y me fuera atacar con su limpia vidrios. Voltee un par de veces a ver si me seguía pero no. Siempre me quedará la duda si finalmente se puso a limpiar la ventana o ahí sigue esperando a ver si vuelvo a tomarle otra foto o a lo mejor si estaba congelado. Es una duda que me llevaré a la tumba.

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