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Entre Gardel y Borges en el café Tortoni y otras historias de Buenos Aires.

Demasiadas emociones para un solo día. Después de un viaje de más de 15 horas desde que salí de casa en Nueva York, aterricé en Buenos Aires, Argentina esta mañana a eso de las 8 de la mañana, 6 tiempo de Nueva York.

Después de registrarme en el hotel Casa Sur Bellini del barrio, Palermo al norte de la ciudad, dormí unas 3 horas para recuperar energías ya que soy pésimo para dormir en los aviones. Después de tantos viajes a lo largo de los años, dormir en el aire es algo que no se me ha dado en lo absoluto.

Salí a recorrer un poco la ciudad consiente de que hoy sería solo para matar el tiempo y regresar a dormir temprano y empezar mañana martes las aventuras turísticas por la tierra de las pampas y los gauchos.

Caminé un poco por el barrio de Palermo, uno de los cerca de 100 barrios, según me dijo el taxista que me llevó del aeropuerto al hotel, que forman la gran ciudad de Buenos Aires. Es un barrio relativamente cerca del Río de la Plata, un barrio, “bien”, o sea de buen nivel económico. Tiene muchos bares, cafés, restaurantes y buen ambiente. Me metí a un pequeño restaurante, más bien tipo fonda. Me dio el aspecto a un lugar muy local y eso quería. En mis viajes trato de evitar los lugares demasiado turísticos. Para conocer el sentir de la gente local hay que meterse a donde hacen su vida cotidiana.

Comí una deliciosa sopa de verduras, creo que hasta”quelites” tenia. Los quelites son unas plantas silvestres, deliciosas que se dan en el campo, así las comía en mi rancho en tiempo de aguas, y un jugo de naranja natural, para esta gripe que aún me sigue jodiendo la vida, me cayeron de perlas. Finalicé con un café expreso y un par de panecillos como hechos en casa.

Le pedí instrucciones al mesero de como llegar en transporte público a la zona del famoso Obelisco, la Casa Rosada y la Plaza de Mayo, que son de los lugares más emblemáticos en la ciudad y visita obligadas cuando vienes a Buenos Aires. Por tres pesos con cincuenta centavos, moneda argentina, unos 40 centavos de dólar, me subí al llamado “bus” o guagua, o camión urbano o como le gusten llamar, y en 20 minutos estaba ya frente al monumental Obelisco que tantas veces había visto, en fotos, postales, television y películas. Era uno de esos monumentos mundialmente reconocimos o como les dicen los gringos, “world land marks”, que tenía en mi lista por conocer.

Es imponente e impactante. Construido ahí en el corazón de la avenida 9 de Julio, la más ancha de todo Latino America según leí en un librito de esos de turistas, ya me lo había confirmado más temprano el taxista del aeropuerto. Hay un mar de autos transitando por esta avenida. Por lo ancha que es bien podría ser el equivalente al mismísimo Río de la Plata que es es el más ancho del mundo, según el mismo taxista. El Río de la Plata mide 50 kilómetros de ancho. Esto es un señor río, y esta relativamente cerca de la avenida 9 de Julio. Esta avenida fluye por la ciudad como si fueran sus propias venas o el mismo corazón. Se ven literalmente rios de gente, autos partículas, autobuses de transporte público, microbuses y taxis, y por debajo de la tierra varias lineas del metro conocido aquí como “Subte”. Me imagino que quiere decir “subterráneo”. Les digo que soy un genio, jajaja.

Buenos aires es algo así como Paris en Latino America. Me lo habían dicho varias personas pero tenía que verlo. Sus calles, la estructura de sus edificios son como una copia bien echa de la llamada Ciudad Luz. Tiene ese acento Parisino que te hace sentir en Europa.

La Casa Rosada, el palacio del gobierno federal, actualmente dirigido por la Señora Cristina Kirchner, no me impresionó en lo más mínimo. Es relativamente pequeño comparado con otros palacios gubernamentales de nivel federal. La vigilancia es mínima y su fachada me pareció hasta muy descuidada. Ah pero tiene una historia impresionante. Me imaginaba a Evita Perón dirigiendose desde el balcón central a las multitudes que la aclamaban desde la Plaza de Mayo.

Después de caminar un rato, tomar fotos y ver como una escolta militar bajaba la bandera nacional frente al palacio de gobierno, tomé la famosa Avenida de Mayo. Esta se desprende desde la misma Plaza de Mayo que esta frente a la Casa Rosada y se extiende varias cuadras cruzando la avenida 9 de Julio, muy cerca del Obelisco, y termina en el Palacio del Congreso. A lo largo de esta avenida hay bares, restaurantes, muchos cafés, hermosos edificios de hermosas fachadas, gente que va y viene, muchos turistas, en si… Un mundo de cosas maravillosas se revelan ante tus ojos caminando por esta linda avenida. Ahí en esquina con calle Peru, encontré a una pareja bailando el tradicional tango callejero, decenas de transeúntes, turistas y locales se detenían a ver bailar a esta pareja que sumergidos en sus sensuales movimientos y arrastrados por las notas musicales del tango parecían ignorar a los presentes.

Fue un agasajo disfrutar este numero en plena calle. Del mejor tango del mundo en el país del tango por bailarines que viven del tango y que seguramente, a juzgar por sus movimientos, lo llevan bailando desde su niñez. Ahí sobre la misma calle Perú, había artistas callejeros dando las ultimas pinceladas a sus obras para venderlas ahí mismo. Sobre esa calle, y un vendedor de libros que tenia ejemplares de algunos de los escritores argentinos más reconocidos, entre muchos otros. A él le compré uno de Jorge Luis Borges y otro de Julio Cortázar. Y es que estar en este país y no adquirir alguno de sus ejemplares que aún no he leído es algo así como un pecado literario.

Continúe caminando hasta encontrarme con un lugar que sin duda debe ser sitio obligatorio a visitar cuando vienes a Buenos Aires. Se llama Café Tortoni y no es otra cosa más que historia viva. Fue fundado en 1858 y desde entonces esta abierto al público. De los mejores cafés que he tomado. Quesos de la región y vinos de lo mejor que ofrece Argentina también se degustan en este café.

Café Tortoni es un lugar muy amplio. Sus paredes están llenas de cuadros, retratos de famosos escritores, poetas, intelectuales, políticos y más que lo han visitado por más de ciento cincuenta años. Huele a cafe, a quesos, a tradición argentina, a historia y mucho más. Aquí venia cotidianamente con frecuencia Carlos Gardel, el escritor Jorge Luis Borges y Alfonsina Storni una de las más importantes poetas argentinas y latinoamericanas, entre muchos otros famosos más. Estando aquí aún se sienten como si sus espíritus rondaran entre las paredes de esta reliquia viviente de lugar.

Entre sus visitas hay fotografias y recuerdos escritos de personajes mundialmente conocidos como Hilary Clinton que estuvo aquí hace unos 20 años o más, el antiguo Rey de España y una larga lista de famosos de Hollywood que también han pasado por este café.

Sin embargo, lo que más me encantó de este lugar, es que aquí la gente viene a platicar, pocos, muy raros, entre los dos o tres que vi con un teléfono en la mano o revisando o enviando emails estaba yo. La gente entra a este café y como que se transforman, se olvidan un poco de todo incluyendo sus aparatos electrónicos. Vienen a disfrutar del lugar y de una buena charla con las personas que los acompañan. Me enamoré del Café Tortoni, de su historia y de lo hermoso que se siente estar en un lugar que te sumerge en sus entrañas, te hace parte de su historia y te convierte en un ser humano que se comunica a través del dialogo y no de un aparato de estos llamados “smart phones”.

No me voy sin regresar a este lugar y les prometo que la próxima no sacaré el telefono ni para tomar fotos.

Espero que alguien se haya atrevido a leer esta historia hasta el final. Si lo hicieron, gracias por leerme. Esperen más historias de esta aventura los próximos días.


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